esta vez quiso ser bien dulce en sus cartas,
y descartó recargar su lapicera con azul
lo hizo con la tinta de la angustia
lo hizo con chocolate.
ningún destinatario se empalaga:
lee la carta,
se rasca la pera
y come un pedazo de brownie
mientras lee,
y come un pedazo de brownie
mientras lee,
llega hasta el final,
no la comenta con nadie,
dobla la carta,
y se va a trabajar.
y si no me conmueve tu carta
es porque no te creo
que esa sea tu letra.
y si no se me pega tu acento
es porque vivimos
en el mismo lugar.
y si no se me pega tu aliento
es porque no comimos lo mismo.
y si no se me pega tu violencia
es porque a mí me gusta amar.
y si no te sirvo más,
es porque tu mano en la panza
me pone al tanto de tu no quiero más
que algunos llaman saciedad.
la saciedad es un invento del tacaño.
si el tacaño nunca humecta
su condición de codito reseco
es porque vive diciendo
no quiero más,
dejá,
no quiero más,
dejá,
estoy bien así,
me llené.
me llené.
lo que suele pasar
cuando no acatan la orden
de no atacar la heladera
es que meten la mano
en busca de postrecitos
que salven su noche
y sin buscarlo
sus deseos
terminan
congelados.
qué ganas de mentir
que tuvo alguien
cuando aseguró que
mis deseos serían órdenes.
o qué ganas de desordenar
que tuvo alguien
cuando mintió
su deseo
con seguridad.
el mozo no usa libretita
toma el pedido en su cabeza
pero nadie contempla que al pedido
se lo lleva un pajarito.
el lío le viene después al encargado del restaurán
cuando el hambriento reclama que no le llega ningún plato.
el dato importante siempre lo tienen los pajaritos,
el verdadero lío es que nadie tiene
de sus nidos ni el número ni la dirección.
de sus nidos ni el número ni la dirección.
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