lunes, 14 de septiembre de 2015

CUENTO: "Carajo, ganamos"

Escuché muchos casos de bebitos que tienen accidentes adentro de sus casas por culpa de sus papás, fracturas de brazos por caídas, quemaduras por agua hirviendo y a raíz de esto, días y días en un sanatorio. O también accidentes fuera de casa: bebitos encerrados y faltos de aire en un auto mientras sus papás se van a jugar al casino o se van a bailar a un boliche porque hace mucho no tienen una noche para ellos. Es gracioso lo de "una noche para ellos", como si las demás noches fueran destinadas vaya a uno a saber en qué cosas. Como si los demás días, no hay "noche para ellos" y hay que buscar esa noche como sea. Ser negligente es hundir lo más preciado en el caos. La negligencia se opone al cuidado excesivo de lo que amamos y es un fenómeno del comportamiento humano que suele recibir repudio, muestras de indignación y en algunos casos, linchamiento. Pero a veces, solo a veces, en medio de la más violenta negligencia suceden milagros y lo que parecía hundirse en el caos no se hunde en nada y la negligencia termina trayendo felicidad. Yo soy el bebito del casino, yo salí en los diarios hace 26 años pero todo salió bien, de verdad, todo salió bien porque en vez de morirme adentro del auto, porque en vez de enojarme adentro del auto, el bebito no se murió, ni se enojó, no se ahogó, sino que entendió y esperó a sus papás a que terminaran de apostar y volver a apostar y volver a apostar y patear y pegarle con pasional tara a las máquinitas para ganarse unos mangos, un porvenir. Este bebé respetó "su noche para ellos" y no hizo escándalo. Yo soy el bebito del casino que por unas horas no respiró y no le pasó nada. Al tiempo, veo a mi papá al volante, mamá en el asiento del acompañante, los dándose golpecitos en las rodillas, los dos riéndose, no pudiendo creerlo, ¡Carajo, ganamos! yo atrás con un bolso grande lleno de billetes, que antes no estaba, me saqué el chupete, papá arrancó el auto, y mamá, mamá bajó las ventanillas por fin. El auto se movía, el auto también se reía y la risa del auto con las ventanillas bajas traía viento. Yo, ya sin el chupete, que tiré abajó de un asiento, chupé de ese viento que me volaba los pelitos y aplaudí, torpe como aplauden los bebés que recién se conocen sus propias manos y dije dos palabras: "Plata!!", "Aire!!". O quizás no dije nada y solamente aplaudí. Y ,ante el giro brusco del auto, caí a un costado y me hundí en el bolso acolchado como una cuna, como un hermano mayor y panzón. Ser negligente trae en poquitísimos casos, como este, buenas cosas. Dicen que el departamento donde vivo es el primer departamento comprado por un bebé. Mis papás dicen en broma que casi me hacen firmar la escritura a mí. En fin, mi departamento lo conseguimos porque yo, yo me aguanté la respiración un buen rato adentro del Wolskwagen. ¡Carajo, ganamos!

Cuando terminé de contar esto en el cumple de Tatiana tipo cuatro y media de la mañana, todos me miraron en silencio con sus vasos de cerveza en la mano. A nadie le causó gracia. A nadie. Una embarazada se levantó con su vaso de jugo de manzana y puso una cumbia en la computadora de un Dj desaparecido. Una cumbia de las nuevas, que tienen toques electrónicos. Apagaron las luces y volvió la tanda de temas para bailar. Yo me fui al baño. Quería ponerme agua en la nuca porque sentía que me había bajado la presión. Quería irme. Mi anécdota, que yo la concebía dentro del género comedia, pasaba inmediatamente con esas reacciones y algunos ojos llorosos, al género drama.

Hacía pis en el aire, para no apoyarme en el inodoro, el chorro de pis era sonoro pero no pudo tapar lo que Tatiana me decía del otro lado de la puerta:

- Che, bebita del casino. Tus viejos hicieron cualquiera. Se portaron como el orto. Y vos no te moriste de pedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario