Mi herida inventa su costra,
Lo definitivo es el tajo,
Lo cortante es el dolor,
Sangro cómoda, sangro terracota,
Pulverizo mis rodillas
en un rezo
asfixiado,
para adentro
sin sentido,
no entiendo
qué y hacia dónde
es rezar
sin embargo lo hago.
Adentro del río pienso que los ríos no son invisibles,
que empiezan en algún lado,
y terminan donde yo quiero.
Pienso también que el frío es un factor temprano
en mi cuerpo sumergido
a diferencia de otros cuerpos sumergidos
disfrutando del verano.
Mi madre piensa de los ríos
que arrastran a los que quieren
dejarse arrastrar,
yo se lo discuto
con agua y algas
hasta las pestañas
hasta las pestañas
pero no hay caso,
soy fangosa
para explicar.
A mi familia entera
le dedico un ahogo falso
de pocos segundos
pero creíble,
salto a la superficie
a ver la reacción general,
no la diré
pero todos me defraudan.
Una vez fuera del agua,
envuelta en una toalla
ya secándome
se estaciona en mí
un deseo afiebrado,
un cólico
centelleante
como una infección
que marea las entrañas
y amenaza
destruirlo
todo.
Sangro para que mi sangre
pueda apreciarse
desde lejos,
como un paraguas
abierto
visto
desde
algunas islas más allá.
Yo no creo en nada
Pero siempre pido algo.
Sobre alguna pared,
frente a un edificio
en construcción
bajo los ojos irritados
de obreros
empolvados de cansancio,
o apoyada
en un respaldo de cama aterciopelado,
siempre pido algo por las dudas,
quizá lo que pido se me cumple,
por eso pido.
por eso pido.
Tengo tanto combustible
para seguir pidiendo
que ofrezco una parte de él
a los que no se animan
a pedir.
No soy quién
para guardarme
todas las frutas
que aún no maduraron,
ni siquiera
tengo un canasto
para contenerlas a todas,
o el tiempo
de acuchillarles
su dulzura difícil,
de jugoso filo.
Parezco estampita.
Parezco dadora.
Parezco responsable
de esta epidemia de fe.
de esta epidemia de fe.
Yo no concedo nada.
Yo no soy milagrosa.
Yo sangro cómoda y terracota
desde mi fértil y descontrolado
interior, mi único bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario