martes, 12 de julio de 2011

Prueba de prosa poética a ver como va

 
I
La caricia es un contrato que nadie respeta, la caricia es un contacto que me agota pedir. Si no hay caricia, crece la fertilidad para el caos. Por lo menos en mi tierra.

II
Escombros del manjar que todavía no hemos probado. Ese edificio es un manjar para la explosión. Algunas actitudes son un manjar, otras suelen dejarse en el plato. Los caballeros corren la silla pero tambien corren cuando se están por casar. Las damas se rebelan y se sientan en el piso, no en la silla, y desde el piso dicen sí quiero. Sí quiero pararme. Pararme y aparearme. Corridas de toros, corrida de mocos y lágrimas por la cara cuando nos hacen "oooolee".

III
A mí no me llueve a la misma hora que a vos. Pero a mí sí me duele a la misma hora que a vos. No presto paraguas ni presto hombros para llorar. Así de egoísta. Mi tranquilidad está atada a un árbol de metros asesinos. Quién vivió alguna vez la angustia de contar sin los dedos? Mi abeja es torpe, no larga miel y yo no tengo mail para que me avisen que es nítida la herida a orillas de una posible cura.

IV
Me besan. Me besan el guión bajo de mi futuro mail, mientras los pobres hacen el esfruezo de lamer el calórico basural, el olor es asqueroso pero hay que soportarlo para encontrar el gustito de la cadenita de oro al fondo del tacho del rico. Podrás levantar la mano en clase para proponerle casamiento a un pizarrón vacío, escribir la fecha de hoy en la espalda más dolorida de este aula. Es la espalda de la maestra, llena de morotones, porque le tiran manzanas.

V
Perchas, perchas, perchas, quién se cuelga, no sos tan especial como para ser un talle único, sos un talle repetido pero también tengo que admitir que sos un cuero cabelludo que se ofreció a ser campera de un invierno agrandado que cree que nos va a escarchar la buena conducta. Deliciosa náusea ceno mientras veo pianos livianos arrojados desde un país hacia otro. Atajo la melodía, atajo la mierda, nadie me felicita. Bienvenida la música de gallos insomnes, a continuación entran a esta habitación orejas cortadas en triángulos como servilletas de papel. Un aplauso. Eso. Más largo. Eso. Tomemos asiento. No hace falta condimentar el sabor a lo escuchado. Nos abrochamos cuello con cuello y sinceridad ante todo. Podemos empezar. No es comprado de delivery, es hecho en casa. Te quiero sin delantal, enseñándome nada. Y vos...sí a vos...nunca te va a gustar si pones esa cara de asco.

VI
No disculpo al tranvía excitado que arremetió contra el único sudor sobreviviente de esta mano nerviosa. Denuncio que no hay puntería para ahorrar en la propia alcancía, sino para llenar la alcancía del otro. Mientras más monedas me faltan más señores adinerados me ofrecen techo en sus bigotes. Ayudar al otro, pero ayudarse uno también.

VII
La lengua de la niña confunde la menta con el luto y la muerte de su padre con la caída de su primer diente de leche. Lamenta es verbo y sabor. Lamenta fuerte pica en la boca. Un orfanato incendiado de mal educación, de bofetadas sin razones, lámparas que no prenden para alumbrar los rasguñados bordes de las camas. Patadas de nenes hormiga que duelen más que el piropo de un trueno y promesas de penitencia escondidas detrás de una cortina quieta. Falta viento. Y alguna tragedia más también.

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