Esto es el subte. Este es un lugar con poca ventilación. Usted está sentado y yo parada. Y mal ventilada. A usted lo tengo enfrente. Y me mira. ¿Usted me está mirando por algo en especial? ¿Qué tengo? ¿Al revés me puse la remera? Ya sé. Le hago acordar a alguien. Es eso. Yo no tengo una cara muy, cómo podría decirle, parecida a otras. No lo digo en el sentido de agrandarme, lo digo en el sentido honesto. Soy rara de cara. ¿Es el maquillaje? Bah, “maquillaje”, una mínima línea negra de delineador abajo del ojo. Quizás se me corrió el delineador que me lo puse muy rápido antes de salir de casa. Dígame qué tengo, no se lo guarde. ¿Es por el delineador corrido que me mira así? Si es eso, avíseme así no paso papelón en mi trabajo. Me incomoda su mirada. Pero quizás las miradas de otro están para eso. Para incomodarnos. Soy su golosina visual, me desayuna con los ojos. Pero eso de mirarme mucho tanto mucho pasó de ser piropo de transporte público a ser otra cosa. Esa insistencia no me gusta.
¿Tiene algo que hacer hoy? No, no lo estoy invitando a ningún lado. Por favor no piense eso. Usted podría ser mi padre. Simplemente le pregunto si se va a quedar todo el tiempo así. Mirándome. Mirar es la diversión de muchos. Hacer ya es un acto muy valiente, hacer ya es verbo mayor. Hay algo en mi cuerpo que dice: “Me bajo en la próxima”. Espero que lo note. Esto es el subte. Este es un lugar con poca ventilación. Usted no se baje en la próxima, porque ahí es donde me bajo yo. Se lo pido. Si se tiene que bajar en la misma que yo, haga una excepción. En la próxima no. Es mi estación la que viene. No se baje conmigo, es mía la estación. Quédese una estación más. Así no se baja conmigo. Así no me persigue y yo no tengo que correr a esconderme a la primera panadería que vea. Se lo pido. Hay algo en mi cuerpo que le advierte “Pronto nos separaremos”. No atine a levantarse cuando me estoy por bajar. ¿No tiene en el portafolio algún libro? Muy mal. Durante un viaje mucho no se puede hacer. Las opciones son pocas, o se lee o se duerme o se repasa mentalmente la agenda diaria o uno se mira los propios pies, pero no se mira a otros pasajeros con esa fijeza de la que usted parece ser tan experto. Usted es un maldito experto. Experto en usar sus propios ojos con una fijeza que da miedo, que ¿de dónde carajo la aprendió? ¡por dios! mírese mirándome, esto es increíble, alguien que no sea yo tiene qué contarle cómo me mira, ¿hay algún voluntario que pueda contarle a este señor cómo me está mirando? Usted debe leer mucho porque usted no me mira así nomás. Usted me mira como leyéndome, pero no una revista de consultorio que la hojea hasta que lo llame el doctor, sino como leyendo algo que de verdad le interesa. De todos modos, tanto mi tapa como mi contratapa lo están empezando a odiar. Usted está sentado, yo parada, mal ventilada y me gustaría contarle que no soy un libro, soy una mujer.
Soy una mujer, no un libro, repito.
Ser una mezcla de los, mujer y libro, implicaría tener páginas de piel, un gran título escotado, e implicaría ser autora de un único grito ovárico mensual. Páginas, título y grito, ese es todo mi patrimonio de mujer. Suficiente patrimonio para pedir respeto y merecerlo. Le aclaro, que si fuera un libro sería un libro respetado, me subrayarían suavecito con lápiz, eso es el respeto para mí, no me lastimarían, eso es el respeto para mí, no lastimarían mis capítulos con tinta que no sale, no me dejarían moretones ni anotaciones, celebrarían mis frases, no me las tacharían, no permitiría que tan sólo señalando mi índice algunos pretendan conocerme en profundidad, me impondría de manera tal de negarme a pisar una fotocopiadora, no dejaría que se me tiren encima como a un best seller, pero tampoco dejaría que me olviden en un estante de usados, porque si hay algo que no quiero como libro o como mujer es ser usada, pero bueno uno quiere muchas cosas y después hay que ver si se..mire, no es que sea superior a usted pero quiero ponerle los puntos sin coserlo, si yo de verdad fuera un libro, usted mío sería un simple señalador, y como señalador le permitiría acostarse entre mis sábanas, pero veo que se comporta como si fuera mi dueño porque parece leer no sé qué cosa de mi pantalón de jean. ¿A usted le interesa el jean cómo género? ¿Y qué me dice del género femenino? ¿Usted quiere invertir en la industria textil? ¿Usted quiere invertir su tiempo en el género femenino? ¿Bajo qué modalidad? ¿Bajo el carácter de asesino? ¿O bajo el disfraz de amor de mi vida? A veces creo que lo mejor es que los hombres se inventen una acción intermedia entre matarnos con locura y amarnos con locura. Simplemente para no hacernos daño.
Como mujer, aunque no lo diga, quiero el asiento ni bien llego al vagón. No lo acepto después. Entonces lo único que me queda claro es que ya no sirve que me cedan un asiento cuando me estoy por bajar, como tampoco sirve que a un suicida le dejen una taza de chocolate caliente con un pedacito de torta de manzana en su escritorio cuando él ya no está para la merienda porque se puso a volar sin arnés y las ventanas ya están humanamente rotas. Nosotras las mujeres somos demasiada cosa para que se nos tarde en hacer un favor. No sé si hice bien en decir <demasiada cosa>. No es una palabra que quede bien al hablar de mujer. Pero se me entiende. <Demasiada cosa>, como mucho, como algo grande, como algo importante. Le agradezco la colaboración y la fijeza en sus ojos y la falta de respuesta ante la pregunta de si me está mirando por algo en especial. ¿Le gusto? Si le gusto igual ya me bajo. Todo bien pero ya está, me toca bajar. Supongamos que yo dejara de ser mujer para convertirme realmente en ese libro que usted no tuvo hoy en su portafolio para entretenerse durante todo el viaje, en ese libro que me hubiera salvado de su mirada insoportable, usted seguramente me hubiera abierto en el momento de la historia en el que yo le canto las cuarenta como ahora que lo hago en mi cabeza…"Estación 9 de julio, combinación con las líneas B y C." Me bajo acá. Ahora usted elija su propia combinación. Asesino o amor de mi vida. Le pido señor que constate en qué rol funciona mejor. Le pido señor que compruebe si se siente mejor deseando todos los 8 de marzo feliz día a todos las rosas o si obtiene mayor placer dejando en coma a cada uno de sus pétalos para, en algún momento, disecarlos con falsas visitas en alguna cama de hospital.
Yo me bajo acá.
Ahora. Usted. Elija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario