Nos arden las
narices
de pañuelos
y gasolina
recién enviada al tanque,
emprendimos el agotamiento
como forma facial inicial
del trayecto.
así empiezan las vacaciones,
con un poco de muerte
en el semblante.
juntar caracoles y
algún vidrio
de la costa argentina,
preguntar cuánto falta,
eso yo lo hacía,
yo molestaba con esa pregunta,
que cuánto falta,
ahora yo toco mi bolso
apoyado sobre mis rodillas,
y valoro la combinación
ventanilla baja y velocidad.
familiares
nostálgicos,
en sus coches
sin música,
asustados
por las horas al volante,
asustados por lo que de ninguna manera
justifica susto.
yo rezo por las cuatro ruedas del coche,
soy más grande
pero temer sigue siendo común en mí,
con mi sangre viene temer
y ¡qué herencia!
yo me asusto por las dudas
yo me asusto por las dudas
y sin coherencia.
el viaje es para contarse cosas, dicen,
mientras más largo mejor,
más tiempo para desembuchar,
será una sobremesa en movimiento
de seis horas
pero conmigo no cuenten
yo viajo en silencio
sedada por la combinación
ventanilla baja y velocidad.
nos rodean campos henchidos
de frutos que permanecen aún bajo tierra,
nocturnos girasoles y su aceitosa serenata,
la ruta es nuestro escenario, nuestra alfombra,
yo rezo por una ruta sin sorpresas.
yo rezo por una ruta sin sorpresas.
frunzo mi boca trabajadora
y digo sin que nadie me escuche
los mapas no muestran
la oscuridad por la que estamos
pasando, decidimos viajar de noche
y noche tendremos hasta el final.
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