domingo, 8 de abril de 2018

Tendencias





No sé decir no.
No sé pedir no me apoden así.
Voy hacia la cosa que me rechaza.
Hiervo pavas enteras de agua y me olvido que quiero un té.
Dejo de hacer lo que estaba haciendo cuando lejos escucho una ambulancia.
Hace unos meses no mando a arreglar el portero eléctrico de mi casa.
(Luego del cortocircuito, escucho el timbre si lo tocan
pero no puedo responder, hoy el portero es un teléfono colgado,
sin cable, pura utilería).
Más tendencias.
Me sube la comida.
Eructo con las buenas y las malas noticias.
Tengo el reflujo de la preocupación.
Igualmente soy una diosa.
Diosa del Erupto.
Diosa cuando me delineo los ojos como una jovencita árabe.
La línea empieza en el ojo y se va del ojo.
Se va, se desontrola.
Un maquillaje sin puntería y temblado puede ser sensual.
Desearía visitas que no critiquen mi casa
y decirte que hablar con vos me hidrata
más que un champú.
Pero hace tanto no hablamos.
Hidratados estarán otros.
Una invitación es, con lupa, un empujón.
Estoy en una cerrajería.
Pienso que si te doy una copia de la llave de mi departamento
no vendrías nunca.
Nunca voy a contar la vez que pusiste la llave en la cerradura
y no llegaste a preguntarme para qué lado giro
que inmediatamente te hiciste pis.
El cerrajero me ve tan callada.
Finalmente no voy a hacer tu copia.
Estoy en una cerrajería recordando el pantalón
que te di para que te cambies el mojado.
El cerrajero entiende.
Yo también.
Quien abandona el muelle, abandona el pescado.
Por mi parte, me fui antes de oler
como atún en un muelle
bombardeado.
Los pescadores sentados en rocas
esperando el primer tirón de la tarde
me importan más que el barco.
Escribiría más tendencias
pero será en otro momento.



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