¡Ciudadanos, completen con
su queja más salvaje esta hoja blanca, más sin dejar a un lado el coraje no callen su costado asesino, naden
en las profundidades del ineludible malestar argentino. ¡Aquí esta el libro y
la lapicera! Que el renglón tiembla por la denuncia más no le teme al sacudón
que se aproxima. ¿Quién empieza? Hoy toda sugerencia será leída con etílico desgano por
gerencia.
¡Opinen sin barrera,
ciudadanos de mochilas, ringtones, portafolios, milangas y penurias!
¡Díganlo con su linda
violencia! ¡Del transporte público hablen
pestes e injurias!
¡Qué mal se viaja en los
buses de nuestra superpoblada aldea! ¡Qué desastre único! No hay manera,
ni pidiéndole a Bergoglio
desaparece de adentro ese calambre de furias y pelea.
Digan con ardor y sin
cuidado, señores ciudadanos, por el bien de sus baleros,
la verdad:
la verdad:
que a toda hora, hasta en
el minuto más meridiano, en que se elige ser pasajero
de aquellas naves numeradas, una vez apoyada la tarjeta,
de aquellas naves numeradas, una vez apoyada la tarjeta,
la falta de aire es tan
demoledora que a uno deja con las ideas moradas,
yo no miento, algunas
ventanas parecen selladas con pegamento
y ni el más pudiente en
fuerza, músculo y vitamínico cargamento puede salvarnos de este encierro
mayúsculo.
Si me caliento o viro maldiciente es porque para mí no hay asiento ni al fondo ni de frente y son más
las veces que rezongo el trayecto parada hasta el fin de los tiempos y con cara
de hongo no digo nada y sólo pruebo el arte del codazo siempre disimulada.
¡Admitan, ciudadanos, si
tuviéramos un poderoso linaje, uno distinto, no seríamos merecedores de este
tortuoso proletario viaje!
¿Gustan de un ejemplo
estrambótico poco mundano? Al abandonar el set de televisión, a Susana la rubia conductora ex novia de Monzón no la espera un bus sino un avión.
Que se me entienda. Como la famosa
octogenaria no pido ser pero tampoco es mi deseo víctima ser de la impericia y las frenadas
de un joven y alocado chofer,
que con su lenguaje no
verbal, profundiza mi crisis lumbar.
Sobre el acelerado niño
de camisa celeste al volante yo me pregunto con tono de anciana alarmante: ¿conduce
así porque es su primer día o porque quiere ver de cerca una multa de policía?
¡Vamos, ciudadanos, reaccionen! ¡Sospechen y condenen el mal funcionamiento de las cosas! ¡Qué
esperan para desenfundar su costado más asesino y nadar en las profundidades
del ineludible malestar argentino! ¡Aquí la lapicera! ¡Sobra tinta para lucirse bestiales en el pellizco escrito más audible de esta era!
Las hojas que con sus
quejas completen sabrán lo sabido: que viajamos como arvejas nauseosas en latas
que aún no fueron abiertas.
Hasta lo podría asegurar el funcionario yarará: en estos buses nuestros mal se viaja y se viajará.
Hasta lo podría asegurar el funcionario yarará: en estos buses nuestros mal se viaja y se viajará.
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