miércoles, 10 de octubre de 2018

Arroyito


¿y si en vez de irrigarme
sangre por el cuerpo
me irrigase
un anzuelo mentolado,
esos besitos dulces
de muelle que resbala?

irrigue lo que sea que me irrigue,
que me irrigue bien.

nadar en aguas frías
es estar lista
para que se me paren
los dos pezones a la vez
y tenerlos piedras por horas.

me balanceo en una embarcación,
en cuclillas siempre tiemblo,
en intemperie siempre pierdo,
no tengo fuerza
suficiente en las piernas,
el cielo no para de apuntarme
el sol anda encerrado
en su eterno probador
soportando mis preguntas
¿esa cantidad de fuego
cómo le ha quedado?
¿va bien
o quiere un talle más?

ja, estoy en el arroyito del amor.

el cielo no para de apuntarme
y lo que sostiene a la embarcación
no es el mar,
sino un montículo de ventiscas bravas
que se hacen llamar olas, las olas
más cariñosas que alguna vez
osaron en salpicarme su sal,
lo que quiero decir
es que lo que sostiene a la embarcación
es el arroyito del amor.

de chica
pensé
nunca voy a tocar el lomo mojado de un delfín,
y no me equivoqué.

después
pensé,
mejor,
eran nuestros padres
los que querían ver nuestra mínima mano
sobre el lomo mojado del delfín.

eran nuestros padres
era su deseo
mi deseo era verlos en el redondo piletón
no ahogándose, ahogándose no,
pero por lo menos
no pudiendo salir rápidamente,
es decir, en los primeros intentos,
que no es lo mismo.

nosotras de infancia amábamos
a los entrenadores de ballenas
con su traje ceñido al cuerpo y su silbato
mientras que los delfines de nuestra infancia
odiaban a nuestros padres de la infancia.


hay que ser marina primero
y pez después
pero nunca moto de agua
para hacer del primer beso
una pirueta
de feliz hundimiento
en la persona
que queremos mucho
o que estamos empezando a querer.

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