Que se besen delante mío
confirma
que todo
funciona
excelentemente bien.
Mientras los veo besarse,
la sandía que sostengo
ya ni pesa.
Mi plan es volver llorando a casa,
dejar lágrimas que nadie me pidió
en donde sea.
No hay que envidiar de otros
ni el resfrío curado,
ni el estofado maravilla,
ni la suerte conmovedora
de la fusión.
Llevo a casa una fruta gigante.
Perfecta.
Recaudo portazos.
Estoy sola.
Pierdo gasolina
de mi tanque escondido.
¿Conduzco o acompaño?
Qué confusión.
Todo es repugnante.
Tu voz angelical.
Tu signo zodiacal.
Una beca en el amor.
Un comprobante de poca lucha.
Los intentos.
Los inicios.
El chat de madrugada.
Chocolate en las muelas de atrás.
Risitas a oscuras en el cine, abrazos en la cama.
Pomada, bien pomada el corazón.
Quisiera entregar
mi cuello vidriado
a que lo empañes, a tu suspiro.
No sólo eso,
quisiera entregar
mi soledad
a cambio de algo
que me dañe menos.
Cuando te conocí,
predije este poema
y su nombre:
Pomada, bien pomada el corazón.
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