dama
de algo,
sus
bucles pesados como pan,
su
tinta inadaptada
en
mensajes
no
del todo bonitos
no
del todo esperanzadores,
su
amapola en sangre,
sus
caderas-aeropuertos,
sus
bordes atropellados
por
acomodarse mal en
el espacio,
su propósito: saber qué hacer
si hay desconcierto.
dama
de algo
muerde
membrillo,
absorbe
el barro de los otros,
recoge
un botón
que
no volverá a coser,
¿quién
recoge un botón del suelo
para
luego narrar la imposibilidad
de darle costura otra vez?
ella,
la
dama de algo
que
confunde almendras viejas
al
fondo de una mochila
con
un pésimo día.
dama
de algo
pisa
la calle y no la entiende,
hace
contacto de tristeza púrpura
con
el farmacéutico de trincheta,
con
el verdulero, sus dos hijos
su calculadora con tierra,
con
los tickets de compra,
con
flequillos blancos
en
tibias piletas de natación.
dama
de algo
sabe de un veneno
de
esos que consuelan,
parecido
a la voz
de
quien dice:
el
insomnio es un fonema desesperado,
es
sólo un detalle de un rostro opaco,
sin
paraísos, sin solución.
¿podremos
volver
a
dormirnos alguna vez?
a
los costados cristalinos de la vida,
melancolía,
excitación, besos cada tanto,
chocolates
con forma de lago infinito
y
otros estímulos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario