sábado, 4 de abril de 2020

POEMA DE LA DESINFECCION Y OTRAS OCUPACIONES


Hace tiempo
no entra un roedor
en tu edificio
ni
en tus asuntos.
Últimamente has estado limpiando
perfectamente bien
tus pertenencias.
Como nunca antes.
Has desinfectado tu privacidad
con amistosas
indicaciones de internet
y esa es la paradoja de este poema.
Has tosido por exceso de producto
desinfectante.
Has gemido de cansancio
en tu ahora impecable departamento.
Has vigilado de cerca polvo de zócalos
para que ese polvo no se multiplique nunca más.
Has mutilado telarañas en lámparas apagadas.
Has barrido los restos de fiestas futuras.
Has dado especial atención
al peligroso picaporte
de la puerta de entrada de tu casa.
Lo has sanado con gotitas de alcohol.
Tu operación ha sido exitosa.
No te rodea ni un gramo de suciedad.
No le regalas más sobras
al mundo.
No hay roedores cerca.
Felicitaciones.
De todos modos, la limpieza no se felicita.
Se huele y ya.
Limpio sobre limpio
todo es aburridamente nuevo,
todo parece poco usado, poco vivido,
todo funciona en un perpetuo estreno.
Limpiar tiene estas consecuencias:
la obsesión de no permitirse
pegoteados desmanes, platos con fósil salsa,
sarros y cáscaras
de los ayeres más mugrientos.
Te has amargado con las reglas
que vinieron de afuera
de un día para el otro.
Y finalmente te has amigado con ellas
luego de transgredirlas a rajatabla.
Ya no gritas por cualquier cosa,
Usas tus gritos
con cierta inteligencia,
para cosas que crees importantes.
Giras la cabeza
solo si te llaman
por tu nombre.
Es decir,
detienes la marcha
solo si es necesario,
solo si es urgente.
Has crecido.
Y te aplauden
estruendosamente
para que escuches
aún mientras te bañas.
¡Buen ciudadano
que luego de limpiar
todos tus más variados picaportes
entras entero a bañarte!
¡Qué rutina ejemplar!
Sin embargo
el buen ciudadano
bajo el agua que lo baña
se pregunta:
¿Por qué
he mirado
el cielo
tan pocas
veces
si él
me mira
a mí todos los días?
Y el buen ciudadano
bajo el agua que lo baña
sospecha:
como si fuéramos dos pizarras
sé que el cielo quiere borrarme
cosas y yo quiero borrarle
cosas a él.
Limpiar tiene estas consecuencias:
la obsesión de no permitirse
pegoteados desmanes, platos con fósil salsa,
sarros y cáscaras
de los ayeres más mugrientos.
Limpiar es eliminar
y cuando algo se elimina,
aparece y queda la tristeza.
Al suelo no le causa gracia
tanto trapo mojado.
Y el buen ciudadano
bajo el agua que lo baña
decide:
para dar vuelta mi tendencia
de estos días
debería ocuparme
de algo más que no sea desinfectar
mi hogar,
otra cosa, otra ocupación,
tengo que averiguarme
dónde tengo las nubes.
porque no me queda la menor duda
que el cielo soy yo también.

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