Hay quienes inventaron a los dioses y les alquilaron algo en el cielo y desde ese momento viven ahí.
Felicitaciones al que se aleja y aún puede vivir alejado. Felicitaciones al habitante alejado.
El cielo siempre fue ese lugar a donde había que mirar para pedir por alguien que estaba mal hasta que el ruido de un avión te sacaba de ese trance de ruego y te devolvía al No me importa nada de nadie para seguir caminando y olvidarse del enfermo.
(Me parece importante aclarar que hay quienes usan el cielo para algo más que para invocar a los dioses.)
Hay quienes usan el cielo contarles a los nenes
Que ahí es la casita de fin de semana de los muertos,
Hay quienes usan el cielo para definir una mirada que no sale,
Para perfeccionar el volumen de una confesión.
Hay quienes usan el cielo para poner a andar su barco,
Hay quienes usan el cielo para postergar su terrorismo de tierra,
Hay quienes usan el cielo para seguir amándose en las alturas,
Hay quienes usan el cielo
Como colchón,
Como mueble,
Como trinchera,
Como calefacción,
Como inodoro,
Como novio de una sola noche,
Como psicólogo de todos los días
para que escuche la descarga
hasta que llega a la sesión el próximo paciente
urgido por descargar él también:
Una paloma que por cada pelea familiar, por cada día sin bañarse, por cada cúpula usurpada,
Su dolor de panza la venga con una diarrea gris.
Hay quienes usan el cielo
para esconderse por horas
y no atender el teléfono.
Hay quienes usan el cielo
Para sembrar un avión
Y cosechar vuelos cancelados.
Los sentimientos ecologistas no tienen lugar acá porque hacen perder tiempo para tomar algunas decisiones importantes como la de tirarme sin ningún tacho cerca. En la pantalla del aeropuerto hablan de mí como uno de los tantos objetos perdidos. Gracias. Pero ya van quedando pocos perdidos. Mis compañeros se están yendo. Todos reclaman aros, relojes, billeteras, documentos, yo sigo acá, todavía nadie se acercó a retirarme. Nadie me reconoce como suyo. Nadie siente que me perdió. Nadie pierde lo que nunca sintió como suyo. Hay quienes no tienen muchos suyos. Pero en estos momentos de extravío yo quiero ser de alguien. No me ofendo si soy suyo, o suyo, o suyo, o de usted. No quiero sobre la mesa un informe de mi propia tristeza, quiero que me vengan a buscar, quiero ser ese objeto encontrado que todo un pueblo busca agarrado de la mano entre velas que se consumen y carteles con mi foto. Hay quienes usan el cielo para ubicar la cara de su desaparecido porque hasta el más memorioso tiene que refrescarse un poco el recuerdo. Ahora agarremos por allá que es una calle que no revisamos todavía. Que un grupo se quede.
El cielo siempre fue ese lugar donde los besos no llegan, donde los globos se pierden, donde los nenes señalan, donde las mamás explican lo que ni ellas mismas entienden, donde espera la lluvia, donde vive la forma más rara de nube.
El cielo siempre fue el último plano de una película que termina bien, pero también el papel higiénico de los espíritus que aún sabiéndose espíritus se limpian igual.
El cielo es ese lugar a donde hay que mirar para pedir por alguien que está mal, a donde hay que mirar con los ojos entregados y concentrarte para que ese ruido de avión no te saque del trance de ruego.
El cielo es esa excusa, nublada o celeste, estable o de un día, para no volver a casa o volver quizás, pero más tarde, mucho más tarde, cuando ya todos estén durmiendo.
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